Naufragios en la costa de Telde (XVIII): 'Serra da Agrela' (1950)


 

Caldera del Serra da Agrela (foto: gentileza de José Martel)

Artículo publicado por Rafael Sánchez Valerón en TeldeActualidad. Domingo, 03 de agosto de 2014 Tiempo de lectura: 6 min

Vivencias personales

Siendo niño, allá por la década de 1.950, desde “el Ingenio”, mis padres me llevaban a la playa de Ojos de Garza, especialmente el “día del Pino”, cuando “las mares” estaban en calma, donde se concentraba gran cantidad de gente venidas desde las localidades limítrofes de Ingenio y Telde.

Recuerdo especialmente los juegos de niños y mayores en la arena en alegre convivencia, pero, lo que más llamó mi atención en esa época fue la visión de los restos de un barco, que cercano a la orilla sobresalía del agua en una estampa desoladora, en medio de la más completa indiferencia de los que disfrutaban del baño, como si formara parte del paisaje marino, y como algún que otro bañista después de nadar la corta distancia que lo separaba de la orilla trepaba a los restos del buque permaneciendo un rato sobre el desvencijado barco para luego regresar.

Son imágenes confusas que se difuminan en mi mente pero que me causaron gran impresión cuando las contemplé por primera vez. Con el correr de los años, alguna que otra vez se comentaba entre amigos la historia del “barco hundido”, pero del que no me preocupé hasta la fecha en que redacto el relato de uno más de los tantos buques devorados por la insaciable “Baja de Gando”, al que encajamos en el tiempo entre el “Alcyón” (1946) y el “Nuevo San Damián” (1961), animado por las observaciones y colaboración personal del investigador de los pecios de nuestras aguas, Eduardo Grandío.

Testimonios orales

Para elaborar los distintos relatos que componen esta serie, se ha recurrido a fuentes escritas, pero en el caso que nos ocupa, además de los documentos, hemos tenido la suerte y la satisfacción de encontrarnos con personas que vivieron los acontecimientos y que con emoción contenida nos narraron con todo detalle lo que aconteció en aquella bella rada desde que encalló el “barco portugués” hasta que fue totalmente desguazado. Se trata de José Martel, María Dolores Cáceres (Tita Cáceres), y José Betancor, junto a Juan Manuel Zurita a través de los relatos de su padre y vivencias personales. Los cuatro han pasado gran parte de sus vidas en las orillas de la playa de Ojos de Garza, por la que sienten un amor incondicional.

Características técnicas del “Serra da Agrela”

El veterano de los mares “Serra da Agrela”, fue construido en los astilleros de la industrial ciudad de Middlesbrough, al noreste de Inglaterra por la Smith's Dock Company LTD (South Bank). Montaba una máquina de vapor tipo compound de triple expansión y 430 BHP, eje simple y una única hélice, construido por la Shields Eng. Co. Ltd., de North Shields, que le permitía alcanzar los 10 nudos. Con una longitud de 124,9 pies (38 m.) y manga de 22,0 pies (6,75 m.), desplazaba 242 toneladas brutas. Pesquero del tipo arrastrero, zarpó el 28 de julio de 1910, dándose por finalizado en septiembre de ese año. Fue su primer propietario N. da Silva Cruz de Oporto, reconociéndose también a “Portuguesa de Pesca” (Lisboa) con anterioridad a 1927 y a la “Empresa Industrial Marítima” de la misma ciudad portuguesa.

El accidente

Era un miércoles, 22 de febrero de 1950; el arrastrero portugués “Serra da Agrela”, regresaba de la pesca para dirigirse al Puerto de la Luz donde debía repostarse de carbón para continuar viaje hacia Lisboa con el producto de sus capturas. Navegando cerca de la costa y sin que se sepan las causas chocó violentamente contra la “Baja de Gando”, produciéndose una importante vía de agua. La tripulación al darse cuenta del peligro de hundimiento que corría, enfiló tierra logrando desplazarse hasta la rada de la cercana playa de Ojos de Garza donde quedó encallado.

Intento de reflotamiento

Avisado del hecho, el potente remolcador “Fortunate” salió de forma inmediata para el lugar con la intención de prestar los auxilios necesarios para que pudiera ser reflotado y proceder a remolcarlo al Puerto de la Luz, tarea que resultó infructuosa, regresando al Puerto esa noche sin el remolque. En la madrugada del día siguiente el “Fortunate” partió de nuevo para el lugar del suceso con la intención de desembarrancar el buque siniestrado y remolcarlo, confiándose en que los buzos pudieran taponar la vía de agua con el material de salvamento enviado por los consignatarios del buque en esta Plaza “Sres. Blandy” a fin de achicar los depósitos y ver la manera de ponerlo a flote, estando entre las medidas hacer un prisma en la parte averiada; de no lograrse sería necesario descargar el pescado que tenía en sus bodegas. No se pudo conseguir el resultado inmediato que se esperaba para ponerlo a flote y en la primera semana de marzo se realizaron trabajos que resultaron baldíos por lo que los técnicos encargados decidieron suspenderlos de manera definitiva, después que el 5 de marzo, aprovechando la marea alta se realizara un último intento tirando de él el “Fortunate”, tarea inútil pues se encontraba demasiado introducido en el fondo marino.

El destino del “Serra da Agrela”

En los primeros días de marzo, había llegado a Las Palmas el armador, mientras algunos tripulantes, partieron hacia Lisboa para incorporase a la flota de la misma casa armadora. Los propietarios decidieron venderlo, por lo que a través del consulado portugués en Las Palmas se insertó un anuncio poniendo en venta los restos concediéndose un plazo de tres días para que los interesados se dirigieran por carta al cónsul indicando sus ofertas.

Desguace

Durante bastante tiempo el barco se desmanteló poco a poco. Para ello se habilitó una habitación junto a la playa, transitada por buzos y trabajadores con distinto material. En lo alto (actual entrada a la plaza) se emplazó un “güinche”; un grueso cable que llegaba hasta donde reposaba el “vaporcito” servía de guía para traer a tierra arrastrados por el “güinche” de forma manual los materiales que los buzos iban rescatando. Junto al barco encallado se improvisó una plataforma con bidones y madera para facilitar los trabajos. Las gruesas “planchas” metálicas eran arrancadas y desplazadas hasta la orilla en una época donde la chatarra tenía un alto valor en el mercado, hasta que el “Serra da Agrela”, desapareció por completo.

Conclusión

En el fondo de las aguas de la popular playa de Ojos de Garza, queda en la actualidad parte del cable que un día sirvió para las tareas de desguace, solo visibles cuando en ciertas épocas del año se desaloja la arena quedando al descubierto el “marisco”, siendo el único testigo material de un barquito portugués que surcó los mares durante cuatro décadas y que un lejano día de 1950 tuvo la mala suerte de tropezar con la “Baja de Gando”.

Rafael Sánchez Valerón es cronista oficial de Ingenio.