Nota sobre el naufragio del Nuevo San Damián (Juan Garrido) |
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Artículo publicado por Rafael Sánchez Valerón en TeldeActualidad. Domingo, 27 de julio de 2014 Tiempo de lectura: 8 min A modo de introducción Tanto el territorio de la “Costa de Gando” como la demarcación marítima de sus aguas, entre los municipios de Ingenio y Telde, tienen un espacio importante en la historia de Canarias desde la antigüedad, ya sea por el desembarco de los conquistadores normandos, o su célebre “torre”, unida al conquistador Diego de Herrera en el siglo XV. Su rada natural sirvió de embarcadero para las pesquerías y para la exportación del azúcar, así como abrigo de embarcaciones. Pasado el tiempo, el territorio, una parte ocupado por el “jable”, otra por tierras dedicadas al pastoreo y algunas de regadío con el agua que discurría desde Guayadeque, con cultivos de tomateros y alfalfa, caracterizó un paisaje plagado de multitud de molinos “americanos”, mientras que en el litoral se asienta una pequeña colonia de pescadores y en la entrada de la península, la imponente estampa del “Lazareto sucio”. Toda una fisonomía paisajística que cambia con el emplazamiento del Aeropuerto y Base Aérea entrado el segundo tercio del siglo XX. Agua y aire, barcos y aviones, marinos y aviadores…se van a mezclar y complementar en este nuevo relato sobre hundimientos en la “Baja de Gando” que retomamos después de cuatro años, en virtud de una comunicación personal del experto conocedor de los pecios y fondos de nuestras aguas, Eduardo Grandío, que nos ha transmitido la existencia de un naufragio que se nos “había escapado” en relatos anteriores, que hace el número diez y seis de los narrados y el décimo tercero por orden cronológico de los barcos que fueron víctimas de la temible “Baja de Gando”. Nieves Sánchez Montero: heroína sin pretenderlo Nació en Las Palmas en 1928. Con la carrera de piano terminada se matriculó en la UNED en 1980, obteniendo el título de abogada a los 53 años. Gran aficionada a la fotografía; practicó la natación, el submarinismo el ski acuático y participó en carreras de motonáutica, obteniendo el título de patrón de yate. En los años sesenta participó en tres competiciones automovilísticas y en el rally subida a Tafira del que fue pionera. Obtuvo el título de piloto privado en el Aero Club de Las Palmas, siendo la primera mujer en lograrlo. El día que la dejaron sola unos quince minutos pilotando una avioneta en vuelo de prácticas, dio varias vueltas por la costa del sur y cuando iniciaba la maniobra de aterrizaje divisó el naufragio del “San Damián”, eje central de nuestra historia. Las aficiones de esta ejemplar dama: el mar y el aire se iban a unir casualmente para el salvamento de unos náufragos. Todo un ejemplo de participación en tareas que en muchos casos estaban vedadas a las féminas en una etapa complicada de nuestra historia. Características del “Nuevo San Damián” El “Nuevo San Damián” era un pesquero con matrícula de Huelva de 146 toneladas brutas. Sus medidas: 26 metros de eslora, 6 de manga y 4 de puntal. A toda máquina podía desarrollar una velocidad de hasta ocho nudos y medio. La tripulación estaba compuesta de 17 hombres. Fue construido hacía cinco años y era propiedad del armador Guillermo Hermo Boo que lo había comprado tres años atrás al Señor Montenegro. Estaba valorado en cinco millones de pesetas. Llevaba radio, gonio y dos sondas eléctricas. El día del naufragio llevaba a bordo seis redes de pesca; tres de algodón y tres de cáñamo. Cada una de las primeras valoradas en unas 40.000 pesetas y las segundas sobre unas 28.000. El valor total de las artes se aproximaba a las 250.000 pesetas. Estaba asegurado en la Mutua de Seguros de Armadores de Buques de España. Las redes y aparejos de pesca, al parecer, no estaban asegurados. El patrón El patrón era natural de Vigo, de 51 años de edad, casado y con cuatro hijos, actuaba como tal desde hacía 18 años, de los cuales, 15, los había realizado en Las Palmas. Navegaba desde pequeño, habiendo mandado los barcos “Pedro Álvarez”, “Rata”, “Araña”, “Río Urola”, “Nuevo Arlanza”. Y "Carolina Figueroa". En el “San Damián” llevaba solo tres meses, como casi toda la tripulación. Era un marino de mucha experiencia, conocedor de los litorales canarios y las costas del Sahara, habiendo navegado en estas aguas durante más de diez años. Llevaba navegando 36 años y hacía 25 años que salvó la vida milagrosamente en tres ocasiones: navegando en el "Nuevo Pastor" en la costa de Gran Sol, y en las de Portugal dos veces donde tuvo que lanzarse al agua para salvar un marinero que no sabía nadar. Actividad El barco llegó de Vigo un par de días antes de hundirse. Se dirigía hacia Cabo Blanco para la pesca de pescadillas y calamares. De capturar mayormente pescadillas harían la venta en Cádiz y en caso contrario, en Vigo, puerto al que siempre llevó el pesquero la captura conseguida, cuando trabajaba en las costas del Gran Sol (Irlanda) y Portugal, de tres años a esta parte. Pretendían estar unos 40 días consecutivos trabajando. El naufragio En la tarde del 23 de Noviembre de 1961, el “Nuevo San Damián” se dirigía hacia las costas del Sahara para las tradicionales labores de pesca, con mar apacible y algo de calima. Caminaba a unos cuatro nudos y se trabajaba en las redes, cuando sobre la seis de la tarde se repitió la historia al chocar contra “la Baja de Gando”. El agua inundó el buque que en un principio se intentó achicar, pero no hubo tiempo ni de arriar el bote, y en apenas 15 o 20 minutos, se fue al fondo, cayendo en el cortante filo de la “Baja” quedando todos en el agua, saliendo a la superficie burbujas intermitentes. Al poco tiempo se acercó una barca con un viejo pescador que se dirigió en auxilio de dos náufragos que arrastrados por la corriente pasaban apuros a los que logró izar a su barca para dirigirse luego a un grupo y embarcar otros doce. Los tres restantes entre los que se encontraba el patrón, lograron asirse al borde de la embarcación, que al estar sobrecargada corría el peligro de zozobrar. A continuación acudió una lancha de las Fuerzas Aéreas de la Base de Gando que ayudaron en las tareas salvamento, que habían sido alertadas a través de un llamamiento por radio desde la avioneta “Piper” que pilotaba Nieves Sánchez Montero en unión de su profesor Rafael Massieu. Desde el aire habían visto el naufragio desde el momento que se produjo cuando se disponían a aterrizar y estaban a la espera que lo hiciera un avión de Iberia. Hicieron unas pasadas indicando que esperaran. Una vez en la Base, recibieron los náufragos toda clase asistencia y comida, siendo los heridos atendidos en su hospitalito. Desde el lugar se dio aviso al consignatario del buque en Las Palmas, Manuel Montenegro Bastos, presentándose al poco tiempo en Gando, proporcionando ropa, el clásico equipo color garbanzo. En Las Palmas se les buscó alojamiento quedando ingresado en el Hospital de San Martín el tripulante Guillermo Fernández Cordero al resultar lesionado; le dieron de alta al mediodía de día siguiente del accidente. Hasta los primeros días de diciembre el buque, que estaba sostenido bajo el agua en un bordillo del acantilado marino cayó al fondo como consecuencia de haberse producido un ligero cambio de movimiento en las corrientes submarinas. La tripulación Marcelino Fernández, contramaestre, 39 años, casado, 2 hijos; Pedro Grana, marinero, 26 años, casado,1 hijo; José Iglesias, 36 años, casado, 2 hijos; Maximino Santos, 31 años, casado, 1 hijo (había naufragado en dos ocasiones); Julio Pérez, 38 años, 2 hijos (había naufragado anteriormente en las costas de Portugal); Ángel García, de Tiran, 43 años, casado, 2 hijos; Manuel González, de Santa Eugenia de Riveira, 64 años, casado, 5 hijos y 7 nietos; José García, de Marín, fogonero, 24 años, soltero; Manuel Piñeiro, de Seijo, 18 años, soltero, Alfredo M. Ledo, de Vigo, soltero, 25 años. Salvador Regueira, de Veluso de Portela, casado, 3 hijos; (llevaba sólo 4 días embarcado); Guzmán Alonso, de Vigo, 16 años, soltero; Antonio Martínez, de Candes. 30 años, casado, 2 hijos; Guillermo Fernández (lesionado); Pastor Vilar, el cocinero, natural de Alcabe, 2 hijos. Este último efectuaba el primer viaje de su vida marinera y se hallaba cocinando en el momento del accidente recibiendo un fuerte golpe en la espalda. Las causas del naufragio Comentarios posteriores atribuían el naufragio a consecuencia de llevar el compás averiado. Por lo visto, unos veinte días antes del accidente, se tuvo que compensar el compás en Vigo. Estando la embarcación en varaderos para pintarla se desató una tormenta dejando el puente del barco totalmente imantado. Los técnicos compensaron el compás pues tenía una variación de unos 180 grados; una desviación de 2 ó 3 grados hubiera sido suficiente para cambiar el rumbo hacia la “Baja”…Quizás la calima de aquella tarde con el sol al poniente, o acaso la lacónica frase de un tripulante…. “La Baja estaba al acecho y nos ha traicionado una vez más”. |
Rafael Sánchez Valerón es cronista oficial de Ingenio. |