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Naufragios en la costa de Telde (XXI): 'San Juan' (1960)


Naufragio del San Juan (Infografía GRAFCAN)

Artículo publicado por Rafael Sánchez Valerón en TeldeActualidad. Domingo, 24 de agosto de 2014 Tiempo de lectura: 5 min

La Baja de Melenara

Un capricho geológico de la vulcanología de las islas ha dado lugar a afloramientos en el relieve marino, especialmente significativos en las aguas de Telde con formaciones de “bajas” que han adquirido un especial protagonismo en una serie de naufragios que hemos ido plasmando en forma de capítulos en esta Revista.

Atrás quedan los 19 naufragios conocidos provocados por la “Baja de Gando”, trasladándonos a partir de ahora a otra “baja”, la “Baja de Melenara” o “Baja de Taliarte” que aunque menos conocida ha protagonizado también una serie de naufragios que trataremos de narrar en sucesivos capítulos. La “Baja de Melenara” es una prolongación o restinga de la punta del mismo nombre.

San Juan Nepomuceno

Las primeras noticias recibidas en aquella época sobre un accidente marítimo acaecido en la “Baja de Melenara” correspondían al nombre del buque “San Juan Nepomuceno”, extraña coincidencia al relacionarse con el mítico barco español que en diciembre de 1778, transportó a tantos canarios a Louisiana. Se confirmó que se trataba del buque “San Juan”, que en la noche de un lunes, 30 de Mayo de 1960, se perdió para siempre en aquel saliente de la costa teldense.

El “San Juan”

Al decir de un comentarista de la época, el “San Juan” era un “carguerito al que ya le pesaban las cuadernas”, pues tenía más de medio siglo de vida, habiendo sido construido en uno de los tantos astilleros de Inglaterra. Desplazaba unas trescientas toneladas de registro bruto y se dedicaba al transporte de mercancías entre el Puerto de la Luz y las ciudades de la costa occidental de África: Sidi Ifni, El Aiún y Villa Cisneros, en aquel tiempo bajo jurisdicción española. Contaba con una tripulación de once hombres, siendo su patrón Francisco Montero. Estaba fletado por la Compañía Constructora Terma.

El último viaje

Con mar en calma y con destino a Villa Cisneros transportaba un cargamento de 100 toneladas de cemento que había tomado en el puerto de Arguineguín a lo que se añadía 109 metros cúbicos de madera; debiendo pasar por el Puerto de la Luz para repostarse de combustible líquido y de allí partir para aquel puerto. Navegando en dirección a “Bocabarranco”, demasiado ceñido al litoral, sobre las nueve y cuarto de la noche tropezó violentamente contra la “Baja”, dando un salto sobre el escollo marino, a semejanza de un caballito de mar, para caer al otro lado quedando varado en posición normal. Los tres o cuatro hombres que se encontraban en ese momento en el puente, solo tuvieron tiempo de avisar a los de la cámara para que subieran a cubierta. Cuando el patrón, ayudado por todos los tripulantes, se percató de que el casco había cedido ante el terrible impacto y que el agua inundaba las bodegas, hizo lo habitual en los casos de suma emergencia, ordenando que se hicieran llamadas de auxilio y se lanzaran cohetes al espacio para indicar su localización. El barco había quedado trincado en el fondo rocoso estando imposibilitado para cualquier movimiento a lo que contribuía el enorme peso del cargamento que llevaba en sus bodegas. Fue arriado un bote en el cual se trasladaron a tierra, donde los esperaba un numeroso gentío.

Las causas del siniestro y la imposibilidad de reflotamiento

Al parecer el accidente se produjo a consecuencia de haberse confundido las luces de situación de los edificios de la fábrica de abonos nitrogenados que había en las cercanías con las correspondientes a las instalaciones de Gando. Al día siguiente los técnicos marítimos estuvieron examinando el estado del barco, con el agua alcanzando la cubierta en la bajamar, mientras que en la pleamar solo quedaba visible el puente y la chimenea, comprobándose que por efecto del roce con el fondo rocoso se habían producido numerosas vías de agua que fraguaron el cemento, produciendo un peso añadido, por lo que consideraron al barco totalmente perdido. En varias ocasiones regresaron los tripulantes para recuperar las prendas de vestir y enseres diversos. La madera pudo ser recuperada por la empresa. Posteriormente el buque desapareció.

La otra historia del naufragio: la gata “Niña”

Cuando los tripulantes del barco se disponían a trasladar sus enseres, localizaron a bordo una gata parda que respondía al nombre de “La Niña”, que como mascota del buque disfrutaba del cariño y el mimo de todos los marinos, resistiéndose a abandonar el barco tenazmente por lo que hubo que acorralarla y echarle un saco encima para que se tranquilizara. “La Niña” había protagonizado una entrañable historia en una de las singladuras del “San Juan” por aguas de Lanzarote hacía algunos años. Se encontraba el barco atracado en el puerto de Arrecife cuando la gata saltó a tierra, posiblemente para encontrarse con algún “novio”, sin que regresara cuando el buque zarpó, con el consiguiente disgusto de los marinos. Pasó el tiempo y el “San Juan realizó diferentes travesías entre Las Palmas y los puertos de África, hasta que un día, al regreso de uno de estos viajes, al tomar atraque en el muelle de Santa Catalina, apareció “La Niña” corriendo de un lado a otro del muelle como si reconociera a los que eran sus amigos. La fiel gata se había introducido como “polizón” en un barco que vino desde Arrecife a Las Palmas a la búsqueda de la q

“La Niña” perdió definitivamente su hogar de acogida, pues el “San Juan” ya no volvería a navegar. Hermosa historia para un lamentable suceso.

Rafael Sánchez Valerón es cronista oficial de Ingenio.