Naufragios en la costa de Telde (XXV): El 'Zuleika' (1920)


El Zuleika embarrancado frente al matadero en la desembocadura del Guiniguada (Foto Fedac)

La carne putrefacta, procedente del barco, encallado en la desembocadura del Guiniguada, arribó a las costas de Telde

Artículo publicado por Rafael Sánchez Valerón en TeldeActualidad. Lunes, 06 de octubre de 2014 Tiempo de lectura: 20 min

A modo de introducción

Después de veinticuatro capítulos, damos por terminado los naufragios en la costa de Telde, a falta de completar algunos otros, al no disponer, de momento, de las suficientes fuentes documentales. No obstante hemos querido añadir un nuevo naufragio, que, si bien, se produjo en aguas de Las Palmas de Gran Canaria, tuvo consecuencias en las costas de los municipios del este de Gran Canaria al ser afectadas por la carne en descomposición que arribó procedente del “Zuleika”.

El otro Zuleika

Con anterioridad al buque que nos ocupa existió otro Zuleika de bandera inglesa, tipo goleta, que surcaba nuestras aguas, así se desprende de un anuncio en la prensa local, correspondiente a Agosto de 1867, donde se indica el paso por nuestro puerto para cargar género de la “goleta inglesa” de nombre Zuleika en tránsito para Santa Cruz de la Palma. Entre la mercancía descargada figuraba una partida de “jamones de Westphalia” para su venta en los comercios de Las Palmas. En su regreso a Londres, a donde llegó el 23 de Noviembre de ese año, transportó un cargamento de cochinilla. Por Diciembre de 1869 se anunciaba su salida de Las Palmas con carga general.

El Zuleika: singladuras

La botadura de vapor Zuleika tuvo lugar en 1889. Desplazaba 3.629 toneladas de registro bruto y estaba matriculado en Londres. Por julio de 1899 vemos anunciada en la prensa local la llegada a Las Palmas del “vapor inglés” Zuleika en tránsito de La Plata para Liverpool. Está documentado su paso de Buenos Aires para Génova en Abril de 1911; en Marzo de 1912, con carbón mineral desde Hull para Campana (Argentina) y en Septiembre de ese año desde Campana para Nápoles con carne congelada, así como en noviembre, de Cardiff para Argentina, consignado a Cory y Hermanos. En Enero de 1913 llega a Santa Cruz de Tenerife desde Argentina con carne congelada para la plaza de paso para El Havre, admitiendo frutos sobre cubierta. En estas singladuras se observa especialmente el transporte de carne congelada, cuyo producto, por las circunstancias que lo envolvieron posteriormente va a ser la principal protagonista de nuestra historia. Procedente de Zárate (Argentina), entró en el Puerto de Santa Cruz de Tenerife el 14 de Noviembre de 1919 con un cargamento de cereales en tránsito. Una vez provisto de agua, carbón y víveres zarpó para su destino.

La imagen del Zuleika resultaba familiar en el Puerto de la Luz donde solía atracar con frecuencia en sus viajes para proveerse de carbón. Su última llegada de las dos que había hecho en 1920 se había producido el 1 de Julio. En un comunicado a los exportadores, a principios de Julio de 1920, sus consignatarios Cory Hermanos y Cª, hacen saber la llegada para el día 29 del “magnífico” vapor Zuleika con hueco suficiente sobre cubierta con destino a Londres. Este anuncio se repetiría de forma reiterativa por la prensa de Las Palmas durante varios meses desde Junio hasta su llegada y posterior accidente. Los vapores de la compañía del Zuleika eran conocidos por los de la “Z”.

El accidente

Procedente de Río de la Plata y con cargamento de cereales, grasas y carne congelada con destino a Inglaterra, con intención de hacer escala para carbonear y cargar frutos en el Puerto de la Luz, a la seis y cuarto del día 7 de Octubre de 1920, navegando desde el sur a poca máquina y cerca de tierra se acercaba el mercante al mando del capitán M.B.J. Ramsay con una tripulación de 36 hombres, en una desapacible tarde, donde la bruma, acompañada de un ligero chubasco envolvió al buque cuando pasaba frente al barrio de Triana, retrocediendo de forma inesperada para quedar encallado de popa sobre el marisco, algo inclinado de proa frente al matadero; dándose la curiosa coincidencia que un barco cargado con carne de animales sacrificados en Argentina encalla junto a la “matazón” (así se conocía popularmente el lugar) donde eran sacrificadas las reses y otros animales para el consumo de Las Palmas.

Al parecer y según manifestaciones posteriores del Capitán, había confundido el muelle de San Telmo con el del Puerto de la Luz, si bien, la Isleta se detectaba perfectamente y no había caído la noche, no encontrándose encendido el alumbrado público. Debió sufrir alguna avería en la maquina pues apenas se oyó la bocina. Con el disparo de sus cohetes de alarma, salieron del Puerto en dirección al buque siniestrado remolcadores y numerosas falúas, así como las autoridades de marina y representantes de la casa consignataria. Su cercanía a los históricos barrios de Triana y Vegueta atrajo la atención de multitud de vecinos que se acercaban a curiosear.

Ya entrada la noche se veía perfectamente, alumbrado por los faros de los coches, apreciándose los focos de sus mástiles encendidos junto a los dos focos rojos indicadores de auxilio. Los remolcadores que acudieron en su ayuda intentaron desencallarlo no siendo posible por coincidir con la bajamar, regresando de nuevo al Puerto de la Luz. Al amanecer del siguiente día acudieron diversas embarcaciones y el vapor correíllo interinsular Lanzarote. Desde los primeros momentos la “Grand Canary Coalieg Company” preparó el material de salvamento encontrándose su ingeniero a bordo del Lanzarote.

En los trabajos de reflotamiento se empezó a descargar de proa sacando de sus bodegas muchos toneles que se iban depositando en las gabarras atracadas a su costado, mientras por la popa se introducían tuberías de hierro como lastre. En los días posteriores, el Lanzarote acudió nuevamente, anclándolo con objeto de arrancarlo a remolque. El día 9 comenzaron a funcionar las bombas a fin de desalojar agua de las bodegas que se hallaban inundadas. Los esfuerzos fueron baldíos. El 16 de Octubre llegó al Puerto procedente de Gibraltar el vapor danés de salvamento Smir Svitzer, dotado de buzos, mangas de aire comprimido y otros objetos necesarios con objeto de sacar al Zuleika de la playa del “Matadero” donde se encontraba embarrancado, fondeando en sus cercanías, siendo reconocido por los buzos y personal técnico con pesimista dictamen para su reflotamiento. La situación se agravó a principios de noviembre, cuando el mar de leva empujó hacia tierra al buque encallado, donde quedó de manera definitiva.

A principios de noviembre los trabajos para reflotar el barco se tropiezan con serias dificultades haciéndose muy difícil su salvamento por los destrozos que mar había causado en el casco. Toda la tripulación desalojó el barco, excepto el maquinista, dos fogoneros y el mayordomo, embarcando para Inglaterra en el vapor Pays de Waes. El vapor de salvamento que vino desde Gibraltar para el rescate, recogió sus aparatos y bombas y abandonó el lugar. El fuerte mar de leva arrastró más a tierra al Zuleika aumentando las averías que ya tenía.

El cargamento de carne congelada

Varias vías de agua habían inundado a sala de máquinas así como la bodega central que se encontraba repleta de cuartos de novillo, carneros y cerdos que habían sido embarcados en Campana (Argentina), en cuya localidad existía el primer frigorífico de la “River Plate Fresh Meat Co. Ltd”. Habiendo pasado cinco días del naufragio, el periódico “Diario de Las Palmas” se hacía eco de la existencia de dos metros de agua en la bodega número 1 donde se encontraba mucha carne en excelente estado recomendando que antes de ser arrojada al mar se podía regalar a las familias pobres habilitando puestos en el puerto y en la población.

Desde la prensa local se hacían recomendaciones para que las autoridades de marina adoptaran las medidas convenientes para evitar que algunos marinos recogieran la carne en mal estado que se arrojaba al mar, y la trajeran a tierra para venderla, insistiendo en que debía ser arrojada al mar lejos de la costa con un anclaje para que no flotase y sobre la necesidad de regalarla a familias pobres antes que se perdiera y enviar una parte a las casas de caridad, ya que el vecindario no la podía consumir al precio que se había fijado. A los obreros que trabajaban en las tareas de rescate, por la fetidez de la carne que iba entrando en descomposición se les asignó jornales especiales. El día 14, por orden del regidor Torres Suárez, se tuvo que recoger el sobrante de la carne que había en las lonjas de Las Palmas por encontrarse en malas condiciones.

Frente a las críticas demoledoras que recibió el alcalde Emilio Valle de los periódicos La Jornada y La Crónica, por no haber sabido gestionar con acierto la situación, se encontraba la opinión del Diario de las Palmas, claramente favorable al alcalde en unos momentos convulsos en el panorama político en Gran Canaria. El alcalde al tener conocimiento del desembarco de la carne y mercancías, había dado órdenes a la guardia municipal, veterinarios, regiduría de abastos e inspección de arbitrios para que se redoblara la vigilancia, al tiempo que se personó en la casa de los consignatarios “Cory y Hermanos” a fin de que se entregara gratuitamente la carne que la ciudad pudiera consumir en dos o tres días (tiempo de conservación fuera del frigorífico), teniendo en cuenta que la población no podía consumir más de 12 toneladas, cantidad insignificante en relación a las tres mil que el vapor traía y que debían ser arrojadas al mar.

Ante la imposibilidad de una toma de decisión sin contar con la compañía aseguradora representada por Blandy y Bros, el Alcalde hizo la proposición al Sr. Blandy en su casa pero obtuvo una respuesta negativa al carecer de facultad para ceder carne, teniendo en cuenta que el precio en plaza ascendía a 6 pesetas el kilo. El alcalde pudo obtener el precio de una peseta para el kilo, conviniendo con los tablajeros la venta a 1,75 para dejar margen a los arbitrios municipales (0,41 por kilo), gastos de venta, transporte y beneficios de carnicería. Ante la necesidad de ver el modo de conservar alguna carne en frigoríficos para abastecer a la ciudad se dirigió a los tres frigoríficos existentes en Las Palmas: Sr. Gonzálvez, Sociedad de Electricidad (capacidad para 8 o 10 toneladas) y fábrica de cerveza (capacidad 25 o 30 toneladas). Por parte de los últimos no hubo acuerdo al considerarse que no se podía alcanzar la temperatura adecuada para la conservación; siendo el único en condiciones el del Sr. Gonzálvez. Se cuestionaba al alcalde la presencia de carne en frigoríficos particulares, que hubiera dado orden de suspender la venta y por no haber asistido la última sesión del Ayuntamiento. Los acontecimientos desbordaban las actuaciones del alcalde, mientras el tiempo pasaba inexorable para la conservación de la carne. A todo ello se unía tener que solucionar la huelga de los obreros que trabajaban en el Zuleika. El periódico La Provincia, claramente contrario al alcalde, comentaba en tono irónico: “Ha empezado a percibirse un olorcillo algo putrefacto atribuido por algunos a la carne en descomposición pero otros sustentan que este olorcillo a muerto proviene del principio de autoridad que en estos últimos días ha acentuado su descomposición en esta tierra”.

A pesar de la orden dada por la Comandancia de Marina para que se arrojara la carne a varias millas de distancia para que se fuera al fondo y la presencia de un contramaestre y dos marineros para su vigilancia se continuaba la descarga de la carne de las bodegas frigoríficas; muchos despojos de cerdos y carneros fueron tirados a poca distancia quedando varado por las playas mucha carne en descomposición, continuando en las bodegas gran parte del cargamento de vaca y carnero. Dos botes trataron de desembarcar por el muelle de Fiffes algunos carneros impidiéndolo un cabo de municipales.

La orden dada para que se transportara en gabarras remolcadas a más larga distancia en alta mar y arrojadas al sur, trasladó el problema a la costa de los municipios de Telde e Ingenio a cuyas playas llegaban los despojos por efecto de la corriente en estado putrefacto, por lo que el alcalde de Ingenio, Francisco Pérez Medina, en virtud de una orden dada por el Delegado del Gobierno, el 19 de Octubre mandó peones para proceder al enterramiento de las carnes que existían en las playas del término procedentes del vapor Zuleika, en cuya operación se gastaron en jornales 30 pts., viéndose obligado a librar dicha cantidad del capítulo de imprevistos.

La población se alarmaba y era la comidilla el hecho que se pudiera producir una epidemia en toda la isla, al tiempo que se arremetía contra las autoridades por no llevar la carne a lugares lejanos de la costa por ahorrarse unas pesetas.

El día 18 de octubre se reunió la Junta de Sanidad en la Delegación del Gobierno para tratar el peligro que ofrecía para la salud pública las carnes putrefactas que por haber sido arrojadas cerca de la costa el mar las había devuelto, acordándose la obligación que tenía la compañía aseguradora de proceder a la recogida y enterramiento después de quemadas, facilitando los medios y personal necesario para que se arrojara en la mar del sur de la isla.

En sesión plenaria celebrada por el Ayuntamiento de Las Palmas el 20 de Octubre el alcalde fue acorralado por preguntas relativas a su gestión en el incidente del Zuleika en relación la carne depositada en las playas y por denuncia hechas sobre el acaparamiento de carne por un empleado municipal y sobre que en los frigoríficos de la “eléctrica” había cierta cantidad de carne, la cual se mandó retirar posteriormente. A final de mes se encontraba a la venta la que estaba en el frigorífico del Sr. Gonzálvez, detallándose a 5 pesetas la limpia y a tres la de puchero. Las críticas al joven alcalde le llovían por todos lados, ahora era el periódico católico El Defensor de Canarias el que censuraba su gestión.

Bajo el título “A quien corresponda”, desde el Carrizal, el periódico “La Crónica” publicaba el 22 de Octubre:

“Sin haber tenido beneficio alguno con el encallamiento en Las Palmas del “Zuleika”, hasta nosotros no ha llegado ni un trozo de carne del cargamento que ese vapor trajo, para poder probarla, - queremos decir en buen estado y tampoco gratis- nos vemos precisados a llamar la atención a quien corresponda, porque lo que no consiguió el “Infanta Isabel” cuando vino a Gando con la bronco-neumonía, lo vayamos a tener ahora. Tememos que estos pueblos del Sur se infesten, pues es tal la abundancia de carnes putrefactas que ha aparecido por estas playas, que se hace completamente imposible acercarse al mar, debido al mal olor que desprenden. Y como según nuestras noticias la abundancia es grande no tiene nada de extraño que dada la miseria que reina en estas comarcas, muchos infelices, ignorando quizá el enorme peligro para la salud que ello pudiera tener, recojan la carne que todavía no esté en completo estado de putrefacción. Las playas que se hayan abarrotadas de estas carnes son: Puntillas, San Agustín, Burrero y otras más”.

Habían pasado ocho meses del incidente y en la Corporación Municipal de Las Palmas seguía debatiéndose el expediente de la carne para el consumo procedente del Zuleika por denuncias a algunos concejales y empleados sobre irregularidades en la cobranza del arbitrio municipal. Se discutía que fueron introducidos 9.300 kilos de los que fueros desechados 3.610 kilos, habiéndose expendido solamente 5.690 kilos. Un regidor debió renunciar a su cargo y el expediente fue remitido al Juzgado. Francisco Gonzálvez Silva alegaba que se había perdido la carne depositada en su frigorífico del Puerto por haberse inutilizado sus máquinas y reclamaba al Ayuntamiento en abril de 1922 se le devolviera el importe a cargo de los derechos que pagaba en concepto de arbitrios

La larga agonía del Zuleika

Una vez el barco quedó varado en la misma orilla por efecto del mal tiempo, a principios de Noviembre y ante la imposibilidad de rescate, la compañía consignataria lo abandona, haciéndose cargo la aseguradora inglesa “Lloyd”, poniéndose en marcha las gestiones para subastarlo. El fuerte tiempo de brisa que empujó al Zuleika hacia la orilla lo depositó a pocos metros de tierra quedando varado paralelo al muelle de la Marina. Desde el vapor hasta la calle se tendieron unos cables por si hubiera necesidad que los guardianes tuvieran que abandonarlo. En la playa quedó un retén de guardia con un soldado de marina de centinela para evitar saqueos. La masiva presencia de público convirtió al céntrico lugar en un estercolero y evacuatorio público en un lamentable estado de suciedad a pocos metros del Teatro Pérez Galdós.

El espectáculo aumentó cuando la tarde del 16 de Noviembre un buque americano cargado de azúcar al llegar frente al Zuleika parecía que paraba su marcha, por lo que el público creyó que había encallado, pero siguió su rumbo hacia el Puerto de la Luz sin novedad. Al parecer al ver al Zuleika tomó el lugar por el puerto.

Distintos incidentes se produjeron en su desguace. En julio de 1921 se fracturó una pierna un trabajador al sufrir una caída, teniendo que ser atendido en la Casa de Socorro; un trozo de hierro procedente de una voladura con dinamita se estrelló en la calle Cervera sin causar daño. A estos incidentes se añadió un fuerte temporal que causó destrozos en toda la isla en enero de 1922, afectando al Zuleika que fue desplazado más a tierra desde el marisco donde se encontraba la proa unos cuantos metros, cambiando su posición, que de ser paralelo a la costa quedó oblicuo, rompiéndose varias planchas. Llegados a 1924, una niña de 13 años, natural de Telde, que se bañaba junto al Zuleika fue arrastrada por las olas mar adentro, estando a punto de ahogarse si no es por la ayuda de varios vecinos que la rescataron. En septiembre de 1924, un obrero que cortaba planchas sufrió una herida punzante en el pie derecho, siendo asistido por la Cruz Roja.

En octubre de 1923, los restos del Zuleika impedían continuar las obras del nuevo matadero por lo que se solicita de la Comandancia de Marina obligue al rematador del buque, Bartolomé Juan Roca, que retire los restos del mismo, argumentando éste distintas razones por las que no los había retirado, levantándose acta por parte del Ayuntamiento del estado de las obras para el caso que el mar las deteriore exigir las responsabilidades correspondientes. Pasaba el tiempo y los restos del Zuleika continuaban en el mismo lugar. En 1930 la alcaldía requiere de nuevo al Sr. Roca, para que proceda “inmediatamente” a retirar los restos del buque siniestrado que obstruían las obras de alcantarillado y pavimentado de la calle Cervera.

La presencia en un lugar tan céntrico de Las Palmas de los restos del Zuleika durante tantos años, a pesar de la fea impresión que causaba, su estampa resultaba familiar para sus habitantes, y al ser conocido por todos, era un referente que servía de guía para conocer los lugares cercanos, como queda ilustrado en una reseña publicitaria del año 1932 de una tienda de sombreros en la calle Cervera “frente a los restos del vapor Zuleika”. A pesar de solo quedar los restos de sus calderas, en las populares regatas de vela latina era uno de los puntos de paso de los botes “frente al Zuleika”, ya llegados a los primeros años de la década de 1940.

Subasta del buque

En diciembre de 1920 y en los almacenes de los Sres. Blandy Brothers y Cº (agentes de Lloyd) del Puerto de la Luz, se llevó a cabo la subasta de algunos efectos del Zuleika: maderas, hierros, loza, cabos, pinturas, galletas, provisiones, faroles de varias clases, baldes, útiles de cocina, ropas de cama, compases, relojes, etc. El 7 de enero de 1921 y en el mismo lugar se efectuó otra subasta, estando constituido el lote por 300 toneladas de carbón, maderas, tablas y tablones, leña, hierros fundidos, hierros forjados de varias dimensiones, escaleras de hierro, plomo, cadenas, muebles, depósitos de zinc, empaquetaduras de varias clases, una bomba, espejo con reloj, algunas provisiones, depósitos de hierro cilíndricos, aceite de máquina, puertas de camarotes, dos botes y remos, lavabos, un inodoro, hules para pianos, gatos para levantar pesos. El 6 de febrero el lote subastado se componía de maderas y leña de varias clases, cañerías de varias dimensiones, hierro de varias clases, lavabos. Por el mes de marzo se procedió a una nueva subasta de madera, leña, hierros de varias clases; tinas de baños; maquinillas y bombas, cañerías de varias dimensiones.

A mediados de mes se anunciaba el desarme del casco por la casa rematadora, sin embargo, las ofertas recibidas fueron consideradas “inadecuadas”, por lo que se abría nuevo plazo hasta mayo. El 31 de mayo nueva subasta: una dinamo (2.000 pesetas, hilo), máquina refrigeradora (7.000, hilo), cinco bombas, cuatro maquinillas de cubierta, un molinete, pescantes para botes, hierros redondos gruesos, tres anclas grandes y dos pequeñas, 18 grilletes de cadenas gruesas, partida de metales en piezas, partida de cobre en tubos gruesos y otra en tubos delgados, tres compases o bitácoras grandes, correderas, tubos y depósitos de cobre.

A modo de conclusión

Con el soterramiento del cauce del Guiniguada, el “relleno” para la ampliación de la zona urbana, la avenida marítima y el paso elevado a partir de la década de 1960, desapareció la playa de marisco y “callao”, llevándose consigo el lugar donde tantos años reposó el Zuleika mientras era destripado por la mano del hombre y por efecto del oleaje.

Rafael Sánchez Valerón es cronista oficial de Ingenio.